sábado, 3 de marzo de 2012

La historia de cualquier persona en cualquier lugar del mundo


Autor: Noraz (@paraguasdemetal)

            Sonaba una vez más esa vieja radio de los años 70. No sé como sigue en pie. No sé como sigue en pie esta maldita caravana. Un cuchitril donde nos reunimos para follar cuando vamos muy borrachos y el speed empieza a subírsenos a la cabeza.

            -¿Te gusta? Es Skip Jame. Siempre he adorado estas emisoras de Blues y Jazz.

            Vivir en los 90 en Norteamérica es tan divertido…

            -Sí, no está mal. Lo he oído anteriormente en el bar. Es un tío que tocaba allá por los 60 ¿No?¿Blues?¿Soul?
            -Qué mono eres cuando el vino empieza a subírsete a la cabeza. ¿Quieres un poco de ginebra?- Se agacho a coger la botella del cajón de debajo de la pequeña nevera que tenía en esa caravana- ¿Sabes? No se vive tan mal en este sitio. Es una pequeña urbanización de gente humilde. Cierto es que siempre está viniendo la policía a detener a traficantes de heroína y otras mierdas, pero no está mal. Se puede vivir bien. ¿Te hacen unos tiros?

            La tía era una completa traficante. Tenía todo lo que tu quisieras, pastillas, heroína, cocaína, metanfetamina, marihuana. Me gustaba cuando se ponía hasta el culo. Siempre acababa la noche con algo roto, algo en llamas y ella desnuda en los baños de cualquier lugar chupándosela a un tío por otro tiro.

            -No gracias. No creo que deba meterme más. Ya llevo bastante encima con lo de esta tarde. Sólo quiero dormir, sino te importa.
            -Sí, claro. La cama ya sabes donde está. Mañana hablamos.

            Ella se sentó en el sofá con la botella de ginebra. La sala tenía una asquerosa moqueta de color marrón mierda y las luces no ayudaban, dando ese tono tan amarillento al lugar. Los muebles, de fabricación barata, estaban algo destrozados por el tiempo. Se nota que eran viejos, heredados posiblemente de sus padres. Yo me dirigí al final del pasillo, un pasillo angosto y con una iluminación horrible. El dormitorio no era mucho más diferente a la sala de estar. Moqueta marrón asqueroso, luces amarillentas con poca intensidad, una cama desecha con las sábanas sucias de hace tres meses. Había un olor agrio en la habitación. Las persianas estaban bajadas y el cristal de la ventana rajado. Había sobre la mesita un paquete de cigarrillos y un cenicero a punto de reventar. Tenía la boca como un estropajo, pero no podía evitar encenderme uno. Me desnudé y me metí en la cama a fumar.

            Yo no solía ser este tipo de persona que queda con gente de bajo estatus para destrozarse salvajemente poniéndose hasta las cejas de cocaína, pastillas, porros y alcohol, pero desde que la perdí a ella no sabía hacer otra cosa. Desde entonces sólo se acostarme con mujeres que odio y por las que no siento nada para intentar olvidar un mal trago.


            -¿Vamos a estar siempre juntos, no?- No logro olvidar esa frase. Me gustaba cuando paseábamos por el parque como dos gilipollas, pisando el césped, corriendo detrás de las palomas para que saliesen volando, tirando piedras a las fuentes que veíamos. El sonido de los papeles cuando soplaba viento y estos salían volando. Los niños jugando con sus padres en los columpios. No puedo evitar que se me venga a la memoria el tema de Louise Johnson, all night long blues, a la cabeza cuando pienso en ella y en los momentos que pasábamos juntos. Nos encantaba ir a los bares a jugar al billar, emborracharnos con whisky, apostar en las timbas ilegales que se hacían siempre en la trastienda. Por una vez en mi vida creí haber alcanzado el sueño americano.

            -Mañana podríamos ir a ver a Klencis en el Hall’s Bar, ¿No crees?- Todas las mañanas al despertar al medio día me decía lo que podríamos hacer por la noche.
            -No estaría nada mal ¿Qué hacía ese tipo?
            -Es un humorista, no es de los que me vuelvan loca pero a veces dice cosas con bastante sentido.
            -Siempre te han gustado ese tipo de hombres.
            -Je je, por algo estoy contigo, ¿No?- Hacer el amor con ella por las mañanas era el mejor desayuno que jamás pude tomar.

            Recuerdo que vivíamos en Staten Islan, uno de los distritos de Nueva york. Era una calle humilde, en un 5º piso con goteras, paredes que sufrían de humedad, unos vecinos un tanto marginales y desastrosos, pero buena gente. El barrio era acogedor pese a estar siempre gris y lleno de maleantes. A los pocos meses te conocían y no te hacían nada. A decir verdad pocas veces veías a la policía pasar por las calles, no era necesario. Vivíamos cerca de un colegio público. Ella siempre había querido tener dos hijos, la parejita. Le hubiera gustado poder llevarlos a ese colegio, pero éramos aún muy jóvenes, y eso era algo que le molestaba muchísimo.

            -Admítelo, eres un cobarde, eres un jodido maricón, eres incapaz de preñarme- Algunas veces empezábamos así por el hecho de que yo no me veía en edad ni situación de tener un hijo. Tenía trabajo, pero no ganaba lo suficiente, y no iba a faltar a mi hijo en mitad de su educación.
-Sabes que no podemos hacerlo ¿Con que dinero lo vamos a mantener? Y que más quieres, apenas tienes 19 años joder. Estas en el puto paro ¿Quieres un hijo? Pues yo no voy a joder así nuestras vidas ahora- Esta situación solía acabar conmigo en el sofá y varias cervezas sobre la mesa y ella dando un portazo. Volvía siempre por la noche, a partir de las 11 oliendo a una colonia que no era la mía. Sabía que se veía con otro tipo, pero era cierto: era un cobarde, no tenía valor para asumir la realidad.


-Buenos días dormilón- Era de nuevo Greta.
-Uffff… ¿Qué hora es?
-Las doce y media del medio día. No hace mucho que he llegado. Anoche me fui a ver si dormía en compañía. No quería molestarte, te veía muy a gusto dormido.
-Debería irme a trabajar. Llego tarde.

Me levanté. Había tenido un sueño muy raro. La persiana de ese cuarto del demonio estaba levantada, que raro. Me vestí, me lavé la cara y me marché sin necesidad de decir adiós. Sabía que la volvería a ver.



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