martes, 6 de marzo de 2012

Mi primera vez en París


-Estás loco- Dijo ella mientras el se encaramaba a un puente entre risas y gritos de ‘voy a saltar’.


Era mi primera tarde en París. Fue un día que amenizó con una sonrisa dibujada. Aún recuerdo los paseos por las calles que recorrimos mil y una veces y no me importaba volver a rememorar sus adoquines y sus colores. Sus gentes. Sus comercios. Solía ir cogida a mi mano. Recuerdo cuando su pelo volaba hacia atrás con las pequeñas brisas. Era preciosa.

-¿Comemos aquí no?- Nos sentamos acto seguido en la terraza. Era un restaurante con un aire muy hogareño. Se nos acercó un camarero -¿Qué desean?- Pedimos primero la bebida, después miraríamos con calma la carta.

La gente seguía caminando por la calle como si nada fuera con ellos. El sol iluminaba con elegancia cada rincón de la ciudad. Los artistas callejeros, los puestos de vendedores; todo conformaba una decoración muy graciosa a la par que nostálgica. Era una estampa que difícilmente se olvida a lo largo de la vida.

Nos sirvieron las bebidas, pedimos lo que nos apeteció de la carta. Añadí en último momento unos entrantes para ir pasando el rato. Nos liamos unos cigarrillos más. Hacía buena temperatura. Fumamos. Hablamos. Miramos a los artistas que deambulaban por allí a cambio de unas monedas. Nos reímos. Hablamos de todo un poco. De sus amigos, mis amigos, de nada en particular. Nos sirvieron la comida. Nos distraíamos cada dos por tres oteando los alrededores y no nos importaba. Nos intercambiábamos la comida de un plato a otro. Jugábamos y no nos importaba la mala imagen que pudiéramos dar. Tras pelear un poco porque ninguno de los dos queríamos comer más pagué la cuenta. Nos marchamos. Íbamos en busca de un buen café. Subimos la calle y entramos en la cafetería. Pedimos y nos sentamos. No hablamos mucho, no era necesario, estaba bien como estaba la cosa.

Intenté ser un poco avispado y empecé a incordiar. Sacarla de quicio era lo mejor del día. Ver como suspiraba y me miraba con cara de ‘no te mato no sé porqué’ era genial. Era la primera vez que podía estar así con alguien. Ser algo sin dejar de ser yo mismo.

Todos sabemos que las casualidades existen, pero que se repitan es poco probable. El azar es muy caprichoso, o poco, según se vea. No sé si se podrá repetir esta situación alguna vez más. No sé si ella se quedará ahí o no. Pero sé que esta es una de esas cosas que no olvidas jamás. De las que valoras. Nunca he creído en el primer amor y esas cosas. De echo nunca lo tuve, pero empiezo a entender que es y a verlo más claro. No sé que puede significar, pero espero que signifique algo de verdad.

Tras unos cuantos mordiscos, cosquillas, insultos, puñetazos y demás enjugascadas nos terminamos el café y nos marchamos. Atardecía. No estaba mal ver los edificios al contraste de la poca luz y las farolas que empezaban a encenderse. Fuimos de paseo a una zona con diversos puestos de menaje. Pillamos algo de comer y fuimos a tomar otro café. De nuevo más risas, más complicidad. Creo que de verdad he encontrado lo que pensé que no iba a encontrar jamás. Tal vez los ideales si que existan. Pagamos y nos vamos.

Callejeamos, nos perdemos. La beso. La verdad es que paraba de besarla porque sino no podría parar después. Fuimos hasta la estación de autobuses. Megafonía anunciaba mi próxima salida. Ya de noche. No hacía frío. O al menos no lo notaba yo. Seguí besándola. Por un momento pensé en llevármela a un lugar apartado. La verdad que sólo necesitaba estar con ella a solas en esos momentos. Decidí controlarme. No quería abusar ni cagarla. Una despedida, un último beso. Me subo y parte el bus. Hay que ver la de gente nostálgica que se amontona en esos lugares. Me marcho feliz. Breve pero buen día.


Al menos sé que la volveré a ver y será igual.

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