viernes, 9 de marzo de 2012

La filosofía del Perro


Me gusta como suena la lluvia al chocar contra lo techos de uralita y demás superficies. Podría fumarme mi vida entera sin problemas como me fumo este cigarro y seguiría sin satisfacerme. Pero eso no es lo que me preocupa en estos momentos ni por asomo.

Una calada más, otra palabra que pongo con mi boli sobre la libreta. Descubrí que gracia a la música y la escritura sigo vivo. Creo que es una especie de regulador mental. Me ayuda a soltar esa tensión que acumulo y jamás le suelto a nadie. Creo que soy un tipo demasiado simple, y eso creo que complica mucho que se me pueda llegar a conocer. El funcionamiento es muy simple, como el de los perros. No necesitan mucho para subsistir. Tienen su propia jerarquía, su propio código de honor. La Filosofía del Perro. Creo que estamos educados a esperar demasiado de la vida y ya no esperamos nada, y por ello nada damos. Hemos caído en una profunda espiral de egocentrismo y conductas autodestructivas que consideramos como correctas y comunes. Como la democracia, rige la mayoría.

Y en parte es algo que debemos aprender, a no esperar nada de nadie ni mirar a un futuro. Está bien luchar por lo que se quiere pero dar por hecho que es algo que va a estar ahí es un error. Nos han educado esperando una vida de película de Hollywood. Putos bastardos…

Pero bueno, tampoco quiero sermonear a nadie con mis problemas y mis rayadas. Lo mejor es sentarse a escuchar la lluvia caer contra los techos de uralita de los patios, fumarse un cigarro, escuchar una buena base de smooth jazz. Tal vez no deba dejar de soñar. Quien sabe ¿Por qué esta vez se iba a perder la partida? Me quedo con mi vida de película de Hollywood y sus venenos. Al menos el presente vale algo más que el futuro. 

martes, 6 de marzo de 2012

Prioridades

Una buena canción. Unos auriculares. Un bolígrafo. Un folio en blanco. Un piano. Un altavoz viejo al lado de la pantalla. Una lámpara. Un café. Mucho más café. Tabaco. Mas café y tabaco. Música. La paja de la ducha. Un libro de poesía mediocre. Una novela barata. Un televisor que no enciende. Un teléfono que nunca descuelgo. Un paseo a ninguna parte. Un día de lluvia. Las llaves, el móvil y la cartera en los bolsillos. Dinero. Viajar sin rumbo. Quererte. Ibuprofeno los días de resaca. Una copa de ginebra en mi mesa cuando vuelva del baño. Un camarero atento. Unas tijeras. Una ventana abierta e iluminada. Salir de un zulo con heridas. Madrugar cada mañana. Paseos con el perro. La hora de comer. Dormir. Volver a comer. Relacionarse. Fotografías. Paseos por calles peatonales. Un café en una terraza. Una llamada de teléfono. Un mensaje en el correo sin leer. Correos de publicidad laboral. Un currículum que no he entregado. Un billete de tren que no quiero comprar. Una tarjeta de crédito sin fondos al parecer. Un muñeco con mala cara. Un vecino gordo. Una cría con su madre. Respirar. Volver a fumar y respirar. Aguantar la respiración durante un minuto. Bajar y desearte verte a cada instante. Madrugar otro día más. Rutina. Mucha rutina. Intentar crear un poco de dinamismo. Peleas de familia. Portazos de un marido cabreado con su esposa. Un coche patrulla. Un día a día. Una prioridad.

Mi primera vez en París


-Estás loco- Dijo ella mientras el se encaramaba a un puente entre risas y gritos de ‘voy a saltar’.


Era mi primera tarde en París. Fue un día que amenizó con una sonrisa dibujada. Aún recuerdo los paseos por las calles que recorrimos mil y una veces y no me importaba volver a rememorar sus adoquines y sus colores. Sus gentes. Sus comercios. Solía ir cogida a mi mano. Recuerdo cuando su pelo volaba hacia atrás con las pequeñas brisas. Era preciosa.

-¿Comemos aquí no?- Nos sentamos acto seguido en la terraza. Era un restaurante con un aire muy hogareño. Se nos acercó un camarero -¿Qué desean?- Pedimos primero la bebida, después miraríamos con calma la carta.

La gente seguía caminando por la calle como si nada fuera con ellos. El sol iluminaba con elegancia cada rincón de la ciudad. Los artistas callejeros, los puestos de vendedores; todo conformaba una decoración muy graciosa a la par que nostálgica. Era una estampa que difícilmente se olvida a lo largo de la vida.

Nos sirvieron las bebidas, pedimos lo que nos apeteció de la carta. Añadí en último momento unos entrantes para ir pasando el rato. Nos liamos unos cigarrillos más. Hacía buena temperatura. Fumamos. Hablamos. Miramos a los artistas que deambulaban por allí a cambio de unas monedas. Nos reímos. Hablamos de todo un poco. De sus amigos, mis amigos, de nada en particular. Nos sirvieron la comida. Nos distraíamos cada dos por tres oteando los alrededores y no nos importaba. Nos intercambiábamos la comida de un plato a otro. Jugábamos y no nos importaba la mala imagen que pudiéramos dar. Tras pelear un poco porque ninguno de los dos queríamos comer más pagué la cuenta. Nos marchamos. Íbamos en busca de un buen café. Subimos la calle y entramos en la cafetería. Pedimos y nos sentamos. No hablamos mucho, no era necesario, estaba bien como estaba la cosa.

Intenté ser un poco avispado y empecé a incordiar. Sacarla de quicio era lo mejor del día. Ver como suspiraba y me miraba con cara de ‘no te mato no sé porqué’ era genial. Era la primera vez que podía estar así con alguien. Ser algo sin dejar de ser yo mismo.

Todos sabemos que las casualidades existen, pero que se repitan es poco probable. El azar es muy caprichoso, o poco, según se vea. No sé si se podrá repetir esta situación alguna vez más. No sé si ella se quedará ahí o no. Pero sé que esta es una de esas cosas que no olvidas jamás. De las que valoras. Nunca he creído en el primer amor y esas cosas. De echo nunca lo tuve, pero empiezo a entender que es y a verlo más claro. No sé que puede significar, pero espero que signifique algo de verdad.

Tras unos cuantos mordiscos, cosquillas, insultos, puñetazos y demás enjugascadas nos terminamos el café y nos marchamos. Atardecía. No estaba mal ver los edificios al contraste de la poca luz y las farolas que empezaban a encenderse. Fuimos de paseo a una zona con diversos puestos de menaje. Pillamos algo de comer y fuimos a tomar otro café. De nuevo más risas, más complicidad. Creo que de verdad he encontrado lo que pensé que no iba a encontrar jamás. Tal vez los ideales si que existan. Pagamos y nos vamos.

Callejeamos, nos perdemos. La beso. La verdad es que paraba de besarla porque sino no podría parar después. Fuimos hasta la estación de autobuses. Megafonía anunciaba mi próxima salida. Ya de noche. No hacía frío. O al menos no lo notaba yo. Seguí besándola. Por un momento pensé en llevármela a un lugar apartado. La verdad que sólo necesitaba estar con ella a solas en esos momentos. Decidí controlarme. No quería abusar ni cagarla. Una despedida, un último beso. Me subo y parte el bus. Hay que ver la de gente nostálgica que se amontona en esos lugares. Me marcho feliz. Breve pero buen día.


Al menos sé que la volveré a ver y será igual.

sábado, 3 de marzo de 2012

La historia de cualquier persona en cualquier lugar del mundo


Autor: Noraz (@paraguasdemetal)

            Sonaba una vez más esa vieja radio de los años 70. No sé como sigue en pie. No sé como sigue en pie esta maldita caravana. Un cuchitril donde nos reunimos para follar cuando vamos muy borrachos y el speed empieza a subírsenos a la cabeza.

            -¿Te gusta? Es Skip Jame. Siempre he adorado estas emisoras de Blues y Jazz.

            Vivir en los 90 en Norteamérica es tan divertido…

            -Sí, no está mal. Lo he oído anteriormente en el bar. Es un tío que tocaba allá por los 60 ¿No?¿Blues?¿Soul?
            -Qué mono eres cuando el vino empieza a subírsete a la cabeza. ¿Quieres un poco de ginebra?- Se agacho a coger la botella del cajón de debajo de la pequeña nevera que tenía en esa caravana- ¿Sabes? No se vive tan mal en este sitio. Es una pequeña urbanización de gente humilde. Cierto es que siempre está viniendo la policía a detener a traficantes de heroína y otras mierdas, pero no está mal. Se puede vivir bien. ¿Te hacen unos tiros?

            La tía era una completa traficante. Tenía todo lo que tu quisieras, pastillas, heroína, cocaína, metanfetamina, marihuana. Me gustaba cuando se ponía hasta el culo. Siempre acababa la noche con algo roto, algo en llamas y ella desnuda en los baños de cualquier lugar chupándosela a un tío por otro tiro.

            -No gracias. No creo que deba meterme más. Ya llevo bastante encima con lo de esta tarde. Sólo quiero dormir, sino te importa.
            -Sí, claro. La cama ya sabes donde está. Mañana hablamos.

            Ella se sentó en el sofá con la botella de ginebra. La sala tenía una asquerosa moqueta de color marrón mierda y las luces no ayudaban, dando ese tono tan amarillento al lugar. Los muebles, de fabricación barata, estaban algo destrozados por el tiempo. Se nota que eran viejos, heredados posiblemente de sus padres. Yo me dirigí al final del pasillo, un pasillo angosto y con una iluminación horrible. El dormitorio no era mucho más diferente a la sala de estar. Moqueta marrón asqueroso, luces amarillentas con poca intensidad, una cama desecha con las sábanas sucias de hace tres meses. Había un olor agrio en la habitación. Las persianas estaban bajadas y el cristal de la ventana rajado. Había sobre la mesita un paquete de cigarrillos y un cenicero a punto de reventar. Tenía la boca como un estropajo, pero no podía evitar encenderme uno. Me desnudé y me metí en la cama a fumar.

            Yo no solía ser este tipo de persona que queda con gente de bajo estatus para destrozarse salvajemente poniéndose hasta las cejas de cocaína, pastillas, porros y alcohol, pero desde que la perdí a ella no sabía hacer otra cosa. Desde entonces sólo se acostarme con mujeres que odio y por las que no siento nada para intentar olvidar un mal trago.


            -¿Vamos a estar siempre juntos, no?- No logro olvidar esa frase. Me gustaba cuando paseábamos por el parque como dos gilipollas, pisando el césped, corriendo detrás de las palomas para que saliesen volando, tirando piedras a las fuentes que veíamos. El sonido de los papeles cuando soplaba viento y estos salían volando. Los niños jugando con sus padres en los columpios. No puedo evitar que se me venga a la memoria el tema de Louise Johnson, all night long blues, a la cabeza cuando pienso en ella y en los momentos que pasábamos juntos. Nos encantaba ir a los bares a jugar al billar, emborracharnos con whisky, apostar en las timbas ilegales que se hacían siempre en la trastienda. Por una vez en mi vida creí haber alcanzado el sueño americano.

            -Mañana podríamos ir a ver a Klencis en el Hall’s Bar, ¿No crees?- Todas las mañanas al despertar al medio día me decía lo que podríamos hacer por la noche.
            -No estaría nada mal ¿Qué hacía ese tipo?
            -Es un humorista, no es de los que me vuelvan loca pero a veces dice cosas con bastante sentido.
            -Siempre te han gustado ese tipo de hombres.
            -Je je, por algo estoy contigo, ¿No?- Hacer el amor con ella por las mañanas era el mejor desayuno que jamás pude tomar.

            Recuerdo que vivíamos en Staten Islan, uno de los distritos de Nueva york. Era una calle humilde, en un 5º piso con goteras, paredes que sufrían de humedad, unos vecinos un tanto marginales y desastrosos, pero buena gente. El barrio era acogedor pese a estar siempre gris y lleno de maleantes. A los pocos meses te conocían y no te hacían nada. A decir verdad pocas veces veías a la policía pasar por las calles, no era necesario. Vivíamos cerca de un colegio público. Ella siempre había querido tener dos hijos, la parejita. Le hubiera gustado poder llevarlos a ese colegio, pero éramos aún muy jóvenes, y eso era algo que le molestaba muchísimo.

            -Admítelo, eres un cobarde, eres un jodido maricón, eres incapaz de preñarme- Algunas veces empezábamos así por el hecho de que yo no me veía en edad ni situación de tener un hijo. Tenía trabajo, pero no ganaba lo suficiente, y no iba a faltar a mi hijo en mitad de su educación.
-Sabes que no podemos hacerlo ¿Con que dinero lo vamos a mantener? Y que más quieres, apenas tienes 19 años joder. Estas en el puto paro ¿Quieres un hijo? Pues yo no voy a joder así nuestras vidas ahora- Esta situación solía acabar conmigo en el sofá y varias cervezas sobre la mesa y ella dando un portazo. Volvía siempre por la noche, a partir de las 11 oliendo a una colonia que no era la mía. Sabía que se veía con otro tipo, pero era cierto: era un cobarde, no tenía valor para asumir la realidad.


-Buenos días dormilón- Era de nuevo Greta.
-Uffff… ¿Qué hora es?
-Las doce y media del medio día. No hace mucho que he llegado. Anoche me fui a ver si dormía en compañía. No quería molestarte, te veía muy a gusto dormido.
-Debería irme a trabajar. Llego tarde.

Me levanté. Había tenido un sueño muy raro. La persiana de ese cuarto del demonio estaba levantada, que raro. Me vestí, me lavé la cara y me marché sin necesidad de decir adiós. Sabía que la volvería a ver.



Una carta robada por el viento en una estación de tren...

No te diré qué...


‘Existimos porque alguien piensa en nosotros y no al revés. No te olvides nunca’. No podré decirte jamás que me recuerdes. Todo quedarán en paseos y ataques de histeria. Tendremos siempre un 1 de Mayo y una botella de champán por descorchar. Habremos caminado sobre charcos y rondado las mismas calles durante mil años. Nunca me enseñarás a valorarme, pero me da igual. Nunca seré tu hombre, y por ello la vida me matará. Escalaremos siempre más mismas enredaderas de camino al balcón del otro. Nos dedicaremos escritos con la lengua sobre la espalda y lloraremos por haber sido unos cobardes. Me emborracharé para olvidar y tu follarás con otros. Qué ha pasado no importa y que pregunten, porqué sigo vivo. Porqué Dios y yo nos fuimos a jugar las cartas y le robe el cielo. Aposté con el diablo las llaves de mi coche y ahora vivo a oscuras. Te robé un beso y ahora el veneno me quema. Y volveremos a tener siempre un 1 de Mayo y un 31 de Diciembre. Un mes frío donde la nieve aún no cuaja. Cogidos de la mano. Abrazos. Llantos. Golpes contra las puertas. Cristales rotos. El borracho del barrio del que siempre nos reímos. Inventar una imagen utópica de la vida que no he vivido. Creer que siempre va a haber algo mejor No madurar ni afrontar la vida. Esconderme entre textos crípticos que no hablan de nada, pero que están escrito con todo lo que tengo. Mi tesoro oculto. Mi navío varado en un mar de arena. Las sirenas que robaron a mi tripulación el alma. Un avión. Una sonrisa. Vamos a volar que los pájaros nos dan la bienvenida. Saltar desde el puente sin miedo a la caída. Parpadear como un obturador en condiciones de alta luminosidad. Tener miedo a no ser recordado. No existir no es estar solo, es estar olvidado. Es triste que huyamos de la verdad. Qué dejemos que otros decidan por nosotros. El tiempo no cura. El tiempo no ayuda en nada. Sólo pasa tranquilamente sin pararse por nosotros en nada. El egoísta que no deja que los demás sean felices, llorando siempre lástima por las consecuencias de sus actos. Hojas secas en el suelo y tú al lado. Pero dime ¿A qué aspiras? Al menos si me vas a tirar, procura que me trague bien el desagüe. Indiferencia y pasividad. Saber que no se llega a nada pero que nada te robe la sonrisa. Palabras cogidas con pinzas y que no nos quede nada. Pero jamás te diré qué…