domingo, 18 de septiembre de 2011

Acción-reacción. I

  Eran las tres y cuarto de la madrugada.

  -Tienes que hacerlo


  El olor del café subía lentamente por el hueco de las escaleras. El vapor de este era denso. Era una fría mañana de invierno. Una fría mañana de cualquier día de invierno. Era un invierno normal. Como cualquier otro. Ella seguía en la cama, acostada, medio dormida. Nunca se acostaba antes de las tres y cuarto de la madrugada.


-Tienes que hacerlo.
-¿Por qué?¿Qué conseguiré?
-Hazlo, abre la puerta al mundo. Hazlo y deja que todos sean libres.


Los paseos siempre eran largos, pero enriquecedores. Gozaba de las mañanas con su perro.


-¡Hazlo!
-¡No! ¡¿Si lo hago que me quedará?! No me obligues a elegir.
-Sabes que tienes que hacerlo. En la vida se necesitan mártires. Tú reunes todas las cualidades. -Ella cogió un paquete de pañuelos.
-Tienes razón, pero es difícil dar el paso. Es difícil asumir las responsabilidades que nadie quiere asumir. ¿Después que tendré que hacer?
-Eso es elección tuya. U obligación.


El olor de la sopa de fideos con carne era denso, pero dulce. No se hacía pesado. Toda la familia gozaba de una agradable tarde de domingo.


-¿Volveré a verlos?
-No.
-Mejor así. -Cogió una pequeña cuchilla de afeitar de su padre. Se cortó las venas. -No sangra.
-Ten paciencia. Es sólo uno de los pasos que tienes que dar.
-¿Y después?
-Observar el resultado. Observar y dejarles crecer.

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