La sombra le perseguía fuese a donde fuese. Estaba atormentado. Su pasado, sólo quedaba de recuerdo un peluche roido. La humedad del cuarto y las bombillas viejas sobre la mesa. Un flexo destartalado, medio sujeto con cinta aislante y un libro mohoso al lado de la cama. Era una simple y mugrienta habitación de hotel.
-No puedo salir -Decía por el teléfono a una persona desconocida, probablemente una teleoperadora que le llamó para ofrecerle alguna oferta típica de un club de lectura o algo. -Estoy atrapado conmigo mismo, por favor, no puedo salir. Dígale que lo siento. No puedo salir...
-Si le interesa tenemos una oferta de...
-No puedo salir... -Dijo empezando a gimotear. Lanzó el teléfono al suelo.
La oscuridad se hacía cada vez más patente. La humedad del ambiente era cada vez más densa. Las manchas de las paredes eran ya como la pintura, y casi la pintura intacta parecía la mancha extraña. El patético ser era tan tierno como la cucaracha protagonista de La Metamorfosis, sólo que este de por sí ya era bastante repelente sin ser cucaracha. Un comportamiento agrio, tanto como su olor. Su conducta de roedor ladrón de bolsos. La vida le trató mal. Sólo tenía como único recuerdo su peluche mugriento. Un peluche de un niño que nunca más romperá en llanto.
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