Empezó a besarle el cuello. Ella estaba delante de él, entre sus brazos. El tiempo pasaba despacio lo que les brindaba una oportunidad de juegos. Su piel era suave, su olor único. Su corto pelo atraía a los deseos. Sus desos se deslizaban bajo sus ropas, acariciandole la cintura y los pechos suavemente.
Se giró y le miró. Le beso en los labios. Sus pieles se erizaron, subían sus temperaturas corporales y el tiempo se pausaba eternamente. La empezó a desnudar lentamente. Ella tendida boca abajo, él besandole la espalda desde la nuca hasta el culo.
Se peleaban, mordicos, arañazos, caricias. Sólo necesitaban sus cuerpos y silencio. No son necesarias otras formas de conocerse. No hay formas mejores de conocerse.
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