martes, 21 de febrero de 2012

Salimos para el Acero. Buscamos un garito donde esta noche nos pongan algo de drumb and bass o de electro que sea medianamente aceptable. Esta noche no queremos pensar. No somos personas, nos hemos rebajado al nivel de humanos. Como me toca los huevos que la gente me mire por la calle. Vamos cuatro. Entre todos ella. Esta noche no hay tiempo para el arrepentimiento ni las penas. Tenemos que hacer algo con nuestra vida y no tenemos nada mejor que hacer que autodestruirnos un poco. Algo constructivo para nuestro futuro. Siempre dije que cuando se toca fondo y empiezas a cabar sólo puedes ir para arriba. Si tocas fondo, claro.

Encontramos una sala. Sala Hiel. No preguntamos, soltamos un billete de 10 por cabeza para entrar. Ni nos interesa saber si nos deben cambio. Es el peor lugar de la tierra pero somos felices en el. Yonquis, rockers, gente amante del ruido y de la fiesta en general. Speed y alcohol es el pan del día a día en estos lares. El Acero es un viejo polígono industrial donde han abierto una serie de salas a parte de otras muchas fábricas donde esconderte por la noche para pillar una dosis o para follar. Es ley de vida.

El interior está oscuro. Focos parpadean con muchos colores. Gente golpeandote y borracha. Me da igual, ya llevo mi dosis mínima recomendada de ginebra y cerveza encima. Soy feliz y todo me da igual. Nos situamos cerca de la barra pero en el centro, al lado de unos altavoces. No nos oímos hablar ni lo necesitamos. Bailamos. La miro. La deseo y sé que la quiero. Me callo y me pongo a mi rollo. Pasan dos horas. Tres. Son las 6 de la mañana. No queremos irnos ni nos interesa. Se acerca. Me besa y la beso. La abrazo. Se acercan los demás. Disimulamos y seguimos a la música. Mucho ruido y pocas nueces. Siete de la mañana. Recogemos y nos vamos para el coche.

Nunca se me dio bien escribir historias de amor.

Llegamos al piso. Estamos de vacaciones en una ciudad que desconocemos y nos creemos los dueños del mundo. Nos cambiamos. Son las 8 de la mañana. Vamos a dormir, ya es hora. En la cama. La beso y me besa. La abrazo con fuerza. Su piel heriza la mía. Su aliento huele a tabaco y cerveza y felicidad. La acaricio. No es mi intención, pero no puedo evitar desear hacerla disfrutar esta noche. O mañana, según se mire. Me pongo encima de ella. La toco. La desnudo. Ella sabe a vida. No sé como acaba esta noche. No lo voy a poder recordar. Sólo sé que me despertaré con su sabor en la boca y con las ganas de repetirlo durante mi vida. Pero nunca estubo hecha la miel para la boca del asno. Igual que yo no estoy hecho para ser amado. Pero sé que por ella hay algo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario