lunes, 27 de febrero de 2012

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Soy mi propio superhéroe.

-Nunca entenderé porqué la gente cuando carece de recursos para luchar de manera argumentativa contra algo que les hostiga sólo sabe recurrir a la violencia. Me enferma la actitud que tiene la humanidad ante la vida. No agradecen nada de lo que tiene. No valoran su existencia ni el tiempo que tienen por delante. No son conscientes de que se puede morir en cualquier momento por cualquier cosa y no aprecian el presente. Estoy tan harto de las normas y de lo estipulado por una sociedad que no alcanzo a comprender. Me cansa lo frenético que se pone todo. Las prisas, la impaciencia. Las cadenas que se autoimponen cuando no hay motivos. Me quema que la gente sea cobarde y no se involucre en nada… A veces es tan sencillo desconectar que no sé siquiera si vale la pena.

Ella sigue acostada a su lado. Mirándole. La cerveza ya perdió la espuma de anoche. El reloj marca las 4 de la tarde. No hay nada mejor que hacer que perder el tiempo.

-No sé porqué no son capaces de dejarse llevar y aprovechar el momento, de vivir las cosas, de divertirse sin más. Sigo pensando que voy muy adelantado a mi época. Carecemos de moral alguna. Es muy fácil hablar, pero a la hora de la verdad nadie va a dar la cara por lo que ha prometido ni por lo que ha dicho o hecho. Ni siquiera sé porqué me molesto en darle vueltas.

El sol entra por la ventana. Hace buen tiempo, ni frío ni calor. Corre una suave brisa. Afuera la ciudad sigue su curso. Es como si allí dentro, en aquella pequeña habitación el tiempo se hubiese detenido. Un pequeño refugio en una jungla de cristal y asfalto que devora las almas por donde quieran que vayan.

-Eres tan mono cuando divagas.
-No. Simplemente soy un gilipollas que no asume que debe dejar de lado de soñar y sus tonterías y empezar a vivir como uno más.
-¿Y para qué hacer eso?¿No dices tú mismo que hay que ser uno mismo?
-Ya… y es cierto, pero de que me sirve morir por unos ideales si nadie va a recordarme.
-Yo te voy a recordar. Ya te dije que no vas a escapar.

Alcohol, tabaco. No más.


Suena de fondo ‘Devil got my Wife’, de Skip James. La gente sentada sobre los taburetes de la barra. En las mesas del fondo. El camarero de unos 60 años, demacrado, sirve whisky barato a los borrachos asiduos al local. Un pequeño trozo de cielo en el infierno llamado Responsabilidad.

martes, 21 de febrero de 2012

Salimos para el Acero. Buscamos un garito donde esta noche nos pongan algo de drumb and bass o de electro que sea medianamente aceptable. Esta noche no queremos pensar. No somos personas, nos hemos rebajado al nivel de humanos. Como me toca los huevos que la gente me mire por la calle. Vamos cuatro. Entre todos ella. Esta noche no hay tiempo para el arrepentimiento ni las penas. Tenemos que hacer algo con nuestra vida y no tenemos nada mejor que hacer que autodestruirnos un poco. Algo constructivo para nuestro futuro. Siempre dije que cuando se toca fondo y empiezas a cabar sólo puedes ir para arriba. Si tocas fondo, claro.

Encontramos una sala. Sala Hiel. No preguntamos, soltamos un billete de 10 por cabeza para entrar. Ni nos interesa saber si nos deben cambio. Es el peor lugar de la tierra pero somos felices en el. Yonquis, rockers, gente amante del ruido y de la fiesta en general. Speed y alcohol es el pan del día a día en estos lares. El Acero es un viejo polígono industrial donde han abierto una serie de salas a parte de otras muchas fábricas donde esconderte por la noche para pillar una dosis o para follar. Es ley de vida.

El interior está oscuro. Focos parpadean con muchos colores. Gente golpeandote y borracha. Me da igual, ya llevo mi dosis mínima recomendada de ginebra y cerveza encima. Soy feliz y todo me da igual. Nos situamos cerca de la barra pero en el centro, al lado de unos altavoces. No nos oímos hablar ni lo necesitamos. Bailamos. La miro. La deseo y sé que la quiero. Me callo y me pongo a mi rollo. Pasan dos horas. Tres. Son las 6 de la mañana. No queremos irnos ni nos interesa. Se acerca. Me besa y la beso. La abrazo. Se acercan los demás. Disimulamos y seguimos a la música. Mucho ruido y pocas nueces. Siete de la mañana. Recogemos y nos vamos para el coche.

Nunca se me dio bien escribir historias de amor.

Llegamos al piso. Estamos de vacaciones en una ciudad que desconocemos y nos creemos los dueños del mundo. Nos cambiamos. Son las 8 de la mañana. Vamos a dormir, ya es hora. En la cama. La beso y me besa. La abrazo con fuerza. Su piel heriza la mía. Su aliento huele a tabaco y cerveza y felicidad. La acaricio. No es mi intención, pero no puedo evitar desear hacerla disfrutar esta noche. O mañana, según se mire. Me pongo encima de ella. La toco. La desnudo. Ella sabe a vida. No sé como acaba esta noche. No lo voy a poder recordar. Sólo sé que me despertaré con su sabor en la boca y con las ganas de repetirlo durante mi vida. Pero nunca estubo hecha la miel para la boca del asno. Igual que yo no estoy hecho para ser amado. Pero sé que por ella hay algo.

martes, 14 de febrero de 2012

Más mierdas sobre mi vida


Me gusta la idea de que te acabarás marchando como el humo de un café, de manera mágica y pausada. Desde luego no pienso decir que no lloraré por ti ni por nadie, pero no me importa lo más mínimo, al fin y al cabo soy uno más en un mundo lleno de otros tantos. La diferencia es que me considero un perro entre lobos, un animal entre seres civilizados. Es tan placentero intentar gritar con el mute puesto y ver que todos reaccionan desesperados, como si hubiera sucedido algo grave. Cuanto crédulo anda suelto en esta vida y cuantas tumbas vacías por llenar. Y la culpa de todo es tuya, por enamorarme. Espero que al menos sepas drogarme para que me esté callado. Mientras tanto me dedicaré a dar paseos por al ciudad con mi chupa de cuero y mi mp3 pensando en que le tiempo pasa y no me va a esperar. Desde luego, si lo hiciese, me la sudaría, yo jamás lo esperaría a él. Ya no esperaría a nadie ni nada. Soy un crío de cinco aún con más de veinte que cree en los cuentos de hadas y las mentiras. Que feliz hubiera sido en otra época pasada donde la espiritualidad se viese agradecida. La única condición que pongo para sobrevivir es la de autodestruirme de la manera más original posible. ¿Y a quien no le ha picado la curiosidad? Y si no preguntamos es por miedo, porque sabemos que no somos ni los primeros y mucho menos seremos los últimos. Y cuanto menos sepamos del pasado de cada uno mejor. No sería capaz de dar todo lo que se por la mitad de lo que ignoro. A veces preferiría ignorar más de lo que se, a veces incluso preferiría ser más banal, no ser tan sensible. A veces preferiría tener una botella de ginebra en la mano, un porro en la otra y ver como te marchas lentamente.

jueves, 2 de febrero de 2012

Diplopía

Y suena otra canción.

-Siempre quise ser feliz.

¿Os ha venido alguna vez la impotencia ante ciertas situaciones de la vida? Eso me pasó hará cosa de un año. No sé bien a cuento de que. Será que nunca hable con nadie de ello, puede que reprimirlo y creer que iba a superarlo solo era la solución, pero parece ser que no. El caso gracioso es que siempre he creído que podía ser feliz. De hecho puede que lo sea. Pero no es algo importante.

La importancia de las cosas es tan relativa... Lo que creemos que puede interesarles a otros realmente es algo que puede darles por completo igual. Lo que a nosotros nos parece tan banal y carente de importancia puede ser miel para otros. Y lo mejor es que siempre he visto que se ha dado el caso de esta manera. Aunque a lo mejor no he visto nada nunca.

-Y... ese tema... ¿como lo llevas?
-¿Qué tema? Ah... sigo teniendo miedo a las mujeres.

Uno de los mejores placeres de la vida que he podido probar ha sido beber. Emborracharse realmente convierte a una persona en un Dios. Eso me recuerda a una vieja película 'La leyenda de Bagger Vance'. Tiene uno de los mejores diálogos que he oído jamás en el que habla del alcohol como una cura para matar los recuerdos, aunque es una cura lenta y muy difícil de que pase.

-¿Ya no te interesan?
-No es eso, es que creo que creo en algo que ellas no alcanzan a ser.

Me gusta juntar ideas los días de borrachera. Son días en los que todo sí cobra importancia para todos. Todo cobra un sentido, todo cobra una razón de ser. A veces es mejor no ver, no creer. Dejarse llevar, supongo. No sé. Mañana ya dirá si tengo razón en algo.

-No es que no quiera nada de ellas, es que ellas no me dan lo que quiero. Puede que vaya aún muy adelantado a los tiempos que corren.
-Puede ser. Yo no puedo decirte nada. Soy tú. Si tú no lo sabes, yo no creo que lo pueda saber.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Ángel de la Guarda

El intenso ruido del tráfico se filtraba inevitablemente por las ventanas pese a estar estas cerradas. Sonaba en una radio de fondo, sobre una vieja mesa de color caoba Extremoduro. No recuerdo ni la emisora ni que hacía allí. Sólo sé que bebimos como si no hubiera mañana.

-¿No crees que deberías tomártelo con más calma?
-Ya lo hago, sino haría algo al respecto. Pero es inevitable, no puedo evitar pensar en ello. Todo se acaba, no sé que pasa. A veces me arrepiento de hacer lo que hago sólo por el hecho de no tener que ver las consecuencias en un futuro próximo.
-Pero a lo mejor jamás llega ese futuro, ¿no te has parado a pensarlo? No tiene porque tener consecuencias de ningún tipo tus actos.

Tantas veces habré pasado por este maldito círculo vicioso. Otro trago de la copa. La ginebra empieza a calentarse. Le pongo más hielo.

-Hay que soltarlo alguna vez ¿No? Nunca me ha gustado callarme.
-Lo sé, te recuerdo que sé quien eres. Te conozco ¿Olvidas donde vivo?

Sonrío, vuelvo a beber.

Cae el sol lentamente. Son las 7 de la tarde, un frío otoño, pero las vistas son bonitas. Suena ahora Kind of Blue, de Miles Davis. Me enciendo un cigarro. El cenicero va a reventar, pero no me importa. Me sirvo otra copa. Tal vez sea mejor sentarse a esperar y ver que pasa.