jueves, 5 de abril de 2012

Un barco que no zarpa del puerto de Staten island.



Estábamos sentados junto a la cristalera, en una de esas mesas con un sillón a cada lado. Era un bar de carretera que coincidía con un puerto cercano. A través del cristal se podían ver pequeños barcos pesqueros que amarraban, otros zarpaban. Todos los trabajadores del puerto se movían con fluidez entre cargas y redes. Grúas, barcos de mercancías. El olor a mar impregnaba la cafetería pero no era desagradable. Era como viajar a otro mundo dentro de aquella pequeña máquina del tiempo.

-Y tú ¿Cómo lo llevas?

Se llamaba Marie. Era mi expareja. Nos habíamos reunido para hablar un poco de los viejos tiempos y no perder el contacto. Lo cierto es que llevábamos meses evitándonos. Antes siempre nos llevábamos bien. Éramos una buena pareja ¿Qué nos ha pasado? Siempre la vida se rodea de historias de desamor y fracasos personales.

-Ahí vamos. Ahora estoy buscando un trabajo nuevo. Sigo dedicándome a escribir en mis ratos libres y eso. He dejado muchas cosas de lado. He querido buscarme mucho tiempo libre para mí. Para no hacer nada.

La camarera nos sirvió el café y la tarta que pedimos. Era de estatura media, tenía el pelo recogido en una coleta muy graciosa. Su piel era clara y las facciones de su cara suaves. Tenía la cara fina, con una barbilla redondeada. Tenía pequeñas pecas en los pómulos. No debía ser muy mayor. Unos 20 años tendría.

-¿Desean algo más los señores?- Su voz era joven. Ciertamente no andaría muy lejos de los 20 años.
-No gracias. Estamos bien así por ahora- Respondió Marie.

La joven se alejó a servir en otras mesas. Miré la tarta con indiferencia. Después al exterior. Era una bonita tarde. El reflejo del sol sobre el mar. Las voces de un capitán dando ordenes a su tripulación antes de zarpar. El sonido de bocinas de barcos de fondo.

-Así que te has convertido en un don nadie- dijo con sorna.- Lo qué no sé es por qué has dejado tu trabajo y tus aficiones. ¿Ya no te ves con tu viejo grupo de amigos? Algo te ha tenido que pasar para que acabes así.
-Bueno, les veo a veces. No sé. Son cosas que pasan. Respecto a mi trabajo creo que es mejor así. Hay cosas que deben ir cambiando a lo largo de la vida según pienso. A veces es mejor migrar, como hacen las aves. No es que sea un don nadie, pero me es más fácil estar así. Puede que no sea una felicidad verdadera o absoluta, pero no me molesta levantarme por las mañanas.
-No has cambiado. Sigues siendo el de siempre. Te preocupa más tener una vida sencilla que cualquier otra cosa. Lo qué no sé es de donde te viene esa afición tuya por vivir feliz antes que vivir de cualquier manera. No me malinterpretes, es lo que quiere todo el mundo ¿Pero por qué te dio un día por no calentarte la cabeza, buscar lo sencillo?

Ni quería ni sabía como responderle. Le solté una retahíla sobre libros que había leído y experiencias de mi vida que no vienen a cuento intentando enlazarlas para así dar una excusa y salir del paso. Era mucho más fácil que resumirlo todo a un simple 'soy una persona insegura que no sabe estar solo ni acompañado en nada'. Ella tras escucharme bebió un poco de café.

-Siempre se te ha dado genial mentir, aunque rara vez tenías que hacerlo...

Callamos. Bebimos café y nos terminamos la tarta. En la sala habían en su mayoría trabajadores del puerto que descansaban allí, transportistas que estaban de paso y una familia que se ve que iba de viaje a algún lado. Nadie hablaba de nada importante. Se contaban sus anécdotas laborales, o hablaban de facturas e hipotecas. En la barra había una señora mayor y gorda, con el pelo rubio y rizado atendiendo a allí. La joven camarera se iba paseando por la sala y se podía ver en la cocina, a través de una pequeña ventanilla, a un señor un tanto mayor y muy alto preparar las comidas. Tenían una radio al fondo de donde no paraba de salir viejas canciones de rock. Era un lugar muy típico de carretera, eso seguro. Cualquiera que haya visto una vieja película clásica norteamericana sabrá a que me refiero.

-Bueno, voy a pagar, hoy invito yo. Por los viejos tiempos.

Marie se levantó a la barra a pagar. 'Por los viejos tiempos'. Me habían entrado ganas de gritarle y mandarla a la mierda en ese momento sólo por aquella afirmación. Aún me culpo y busco el error que cometí para que se fuera todo a la mierda. Ella simplemente se excusa en que ya no sentía nada. Y una mierda. Pero no iba a buscarle tres pies al gato, y menos ahora. Qué se acabe, es más fácil tener una vida sencilla y sin complicaciones.

Salimos. Hacía una brisa veraniega. El olor del mar se hacía más intenso. Se podían oír a las gaviotas que habían por allí buscando restos de pescado y cebo entre las redes del puerto. Habían varios coches y camiones en el aparcamiento. El sol ya empezaba a caer, estaba atardeciendo. Era una bonita estampa.

-En fin, hasta otra- Saqué las llaves de mi coche del bolsillo y me subí. Me encendí un cigarrillo. Me quedé sentado fumando esperando a que ella se fuera. Pero ella se quedó en su coche, mirando el teléfono. La podía ver a través del retrovisor. Me cansé, me marché. Nada más salir, a escasos metros de la cafetería empezó a sonar el móvil. Paré en un lado. Era un mensaje: 'no huyas otra vez, no seas cobarde'.

Era un bonito día y el sol ya estaba a la mitad de cubrirse. Su reflejo en el mar era ideal.

Sabía que quería decir aquel mensaje, pero no sería hoy cuando diese marcha atrás.