martes, 20 de marzo de 2012

Y de beber, sus labios y sudor


El traqueteo del tren era incesante. Aún quedaban minutos largos para llegar a mi destino. Estaba que no aguantaba. Sólo quería bajar y fumarme un cigarro. Ella estaría esperándome en la estación, vendría a recogerme. Beberíamos mucho, hablaríamos, fumaríamos. Tendríamos buenos momentos. Pasaba de nuevo el revisor. Le miro de reojo, sigue picando billetes. Sólo 20 minutos más y ya estamos.


-Vamos corre- Íbamos cruzando una larga avenida de camino al norte de la ciudad, donde ella vivía. Paramos a tomar un café. Nos liamos otro cigarro, hablamos. Seguimos caminando. Cruzamos más calles y más caras desconocidas. Coches, tranvías, autobuses, motos, ciclistas, viandantes. Una ciudad con mucha vida, y ella con una cintura que daría que hablar hasta a Dios.

Ya era tarde cuando llegamos así que cenamos y nos pusimos el pijama. Estaba con sus compañeros de piso. No me importaba. No era tímido. Cuando me preguntó que qué me apetecía para cenar, por un momento estuve a punto de ponerla sobre la mesa y comérmela a ella. Pero preferí responder que lo que ella cenase.

Iba a la cocina a por un vaso de agua y ella ya estaba allí. La besé directamente, no me lo pensé. No opuso resistencia. No parecía molestarle. Parecía que lo deseara. No jugaba con los labios, sino con la lengua, como a mi me gusta. Tenía una lengua suave, que rodeaba la mía, le daba vueltas, me daba de beber de su boca. Tenía una boca dulce, una lengua poderosa. La agarré por la cintura, le acariciaba la barriga. Tenía una piel suave, era una mujer muy sexy… Allí mismo podría haberla tirado al suelo, haberla desnudado y haberle comido el coño hasta que se me cayese la mandíbula a pedazos, pero con sus compañeros de piso por medio no era lo correcto.

Dejamos de besarnos. Fuimos cada uno por un lado. Pasó el tiempo y nos fuimos a dormir. En la cama no pude contenerme. Empecé a besarla. Me devolvió el beso. No creo que ningún ser vivo pudiese aguantarse al lado de ella. Era perfecta. No era la típica mujer fideo. Ella tenía un buen cuerpo, tenía unas curvas preciosas, una piel sedosa. Su sonrisa podría superar incluso a la de la Mona Lisa. Bajé mi mano por su cintura, por su vientre. La metí sutilmente en sus bragas. Empecé a acariciarle con el dedo corazón, mientras que con la palma de la mano le frotaba el clítoris. Estaba húmeda y me encantaba. La desnudé. Le introduje un dedo, le besaba la cintura, ella era preciosa. A la luz de la luna podía ver como me sonreía, como cerraba los ojos y suspiraba. Yo no necesitaba más que esa imagen, que esa expresión en su cara, para darme cuenta de que ella lo era todo para mí.

Bajé de su cintura. Le besé las ingles. No se depilaba, me encantaba. Un coño sin pelo nunca será un coño. Lo saboreé. Era dulce. Caliente. Húmedo. Le introduje dos dedos. Le lamía mientras el clítoris. Ella me acariciaba la cabeza. Yo la miraba disfrutar y me descomponía. Creo que sin que se la llegase a meter me podría correr.

Me incorporé. Cogimos un condón. Me lo supe. La besé. Tenía los labios fríos, la respiración entrecortada. El cuerpo sudado y perfecto. Le besé el pecho. Se la metí. Nos retorcimos durante largos ratos. Saboreaba su piel, su pecho, su cuello, sus orejas, sus labios. Nos revolvimos como animales. Tenía incluso decirle que se parase porque yo no podía con ella. Jamás disfruté así del sexo con nadie.

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